Salto Germinal.
8132
page-template-default,page,page-id-8132,page-child,parent-pageid-214,elision-core-1.0.11,ajax_fade,page_not_loaded,smooth_scroll,qode-theme-ver-4.5,wpb-js-composer js-comp-ver-6.6.0,vc_responsive
Title Image

Salto Germinal.

Libro monográfico “Salto Germinal”. Junio 2005


BREVES IDEAS QUE ESTOS DÍAS SE AGOLPAN EN MI CABEZA

José Manuel Ciria

 

Algunas personas, de niños soñamos con viajar, con vivir en países lejanos. En esta vida si sueñas algo con mucha intensidad, corres el riesgo que pueda llegar a cumplirse. Hoy por la mañana, después de mis compromisos, me he dedicado a deambular por la ciudad visitando uno de mis museos favoritos en Invalidenstrasse y la que sin duda es, muy cercana a la Kudam, una de las mejores librerías de Arte que conozco. En mis recorridos desde Mitte, he atravesado la Museumsinsel y a la vuelta he pasado por Checkpoint Charlie. Qué distinto es este Berlín, al que conocí antes de la caída del muro en 1979 y del que salí huyendo por mi juventud y sus tenebrosas y oscuras vibraciones. También soñé con ser artista. Ambos sueños se han cumplido, y ahora me pregunto si soy la persona más afortunada del mundo, o la más desgraciada prisionero del monstruo que he creado.

■En ocasiones, quizá las mejores cuando enfrentamos la obra de un artista se produce una profunda sensación de extrañeza, de desubicación, de desplazamiento o disloque, que puede estar sustentada en lo que ya conocemos, en lo que es común, en algo asimilado y que no resulta sorprendente, pero que sin saber explicar su porqué es capaz de atenazarnos y pegársenos profundamente a las tripas. El anhelo de atrapar ese lugar y no otro. Hacer pinturas, que antes de otra cosa, me produzcan “dolor” de estomago.

■El siguiente salto es Nueva York, Salto Germinal fue el título de una pintura al inicio de la serie “Manifiesto”. He visitado Nueva York en cuatro ocasiones, la primera en otoño de 1988, y siempre me he sentido atraído por la inmensa ciudad, a la que a lo lejos te llama entre susurros y te reclama volver. Conozco bien Tokio, Moscú, Buenos Aires y Santiago de Chile. He disfrutado de becas en París, Roma y Tel Aviv, he vivido de niño en Manchester y ocasionalmente en Lisboa, pero la decisión de quemar las naves, aunque sea por unos años, es dura y no produce el inmenso placer que suponía.

■Una vez conocí a la “reina” de Nueva York. En el lujoso restaurante frente al Hotel Plaza, acudiese o no, siempre tenía reservada su mesa en el rincón junto a la ventana. Mesa para ella sola, que podía ampliarse a cuantos comensales necesitara. Comprendí el significado de la palabra “rey”, aquella persona que hace gala de humildad y que por simpatía, contactos o situación económica tiene todas las puertas abiertas. En esos casos, el trabajo puede formar parte del placer y todas las personas alrededor son igual de importantes. Después de ella he conocido a pocos “reyes”, a unos les faltaba humildad o era falsa pose, otros eran ignorantes, falsos de buenas maneras o incapaces de sentir y hacer sentir afectos, otros eran esclavos del dinero sin tiempo para la relación y la vida, otros simplemente eran presumidos y prepotentes. No es fácil ser verdaderamente un “rey”. Un beso siempre a Noemí.

■En mis conversaciones con Ángel Antonio, multitud de veces hemos llegado a la misma conclusión: Marcos es un “Lord”. Por su casta, por su maneras, por su clase, por su ademán…, también por lo autentico de su amistad y por su sincero cariño hacía nosotros.

■He tenido que comprar una libreta para ir apuntando todos los contactos que a volapié, ante el sesgo, comienzan a amontonarse. Cuando llegue a Manhattan, ya tengo trabajo para realizar obra gráfica en uno de los mejores talleres del mundo y hay varios galeristas que quieren darme fechas. Aunque lo que de verdad me apetece es no precipitarme y que el primer año sea sabático. Trabajar sin interferencias, buscar nuevas resoluciones formales a mi obra, modificar también muchos de sus presupuestos, y viajar. Emular a kerouac, como aquel sueño que la mayoría de los hombres compartimos en nuestra adolescencia, y visitar a las personas que desde diferentes ciudades de Estados Unidos han mostrado interés en mi pintura: Seattle, Chicago, Detroit, Birmingham, Miami, Boston… No creo que vaya a aburrirme.

■He conversado en demasiadas ocasiones sobre arte. Puedes ampliar el interés de lo comentado si profundizas en la lectura, en la investigación, en la práctica, en lo obsesivo…, pero si no existe ese ansia, la conversación se mantiene en un mismo territorio y en un nivel bajo. Hay compañeros que me cuentan sus “mentiras”. No hay progreso si no se busca, y los primeros engañados con sus mezquinas posturas, son ellos. Lugares ficticios alumbrados por seres vagos, que no paran de quejarse del avance de otros.

■Habré de confesar que me gusta enormemente el color rojo, y que no soy de izquierdas, ni de derechas, y que en la magia y vibración del rojo nunca veo ideologías, ni vísceras, ni sangre… Otra cosa es querer expresar una idea concreta, donde el rojo pueda ser necesario. También me gusta poder mostrar desgarro, amenaza o simplemente mis preocupaciones con un blanco de zinc o un sencillo gris.

■El artista no suele sentir miedo a la sensación de incomodidad, es más, suele deliberadamente provocarla.

■Los cuadros suelen ser “parlanchines”, si vamos amontonando unos trabajos sobre otros y mantenemos a la vista a nuestro alrededor infinidad de obras de diferentes series, llega un momento que el susurro se convierte en barullo, en griterío, y hay que disparar con una pistola al techo tres o cuatro veces para que se callen. Al cabo del rato empiezan a hablar de nuevo y poco a poco van subiendo la voz. La única forma en que consigo concentrarme, es cuando son pocos, el espacio limpio del taller les abruma y aún son tímidos y reclaman mi aprobación.

■Odio las tonterías que decía Motherwell, aunque me gustan algunas de sus pinturas. Odio las pinturas de Alex Katz, y no me interesan sus palabras ni las de sus defensores. En este tiempo convulso no se puede ser tan banal. La nada es nada, aunque ésta en ocasiones se pueda abordar con emoción y vértigo: Federle, Ruscha… Amigo mío, emparentar a Katz con Hopper es injusto y excesivo. Tú, mejor que otros saben que Arte y mercado no suelen ir de la mano. Lamentablemente, la vorágine y la supuesta autoridad impide a las personas ver que el rey va desnudo. En algún sitio sería bueno hacer la crítica de la crítica.

■Trabajar con fragmentos de memoria.

■Que ruines resultan algunos de mis compañeros, descalificando a troche y moche a cualquiera que se ponga por delante, que si Manet es incomparable con los artistas que tenemos en El Prado, que si la exposición de Schnabel era una mierda, que si la última obra de Broto es muy mala, que si tal artista ha perdido totalmente el rumbo y la inspiración. Ni que tuvieran a las “musas” encadenadas en un rincón de sus talleres. Debemos saber quién fue Manet y por qué fue importante, debemos conocer la obra de Schnabel y mantener un mínimo de respeto a sus extraordinarias apropiaciones, su invención y su desmesura, y deberíamos de ser capaces de adoptar la mirada limpia, quieta y sosegada que nos reclama Broto en sus actuales composiciones, te gusten o no. En cualquier caso hay que ser un “caníbal”, dado que incluso una pintura lamentable puede aportarte una gran idea. Amar el medio, canibalizar y tener memoria.

■Es genial ser un genio.

■Pobre pintura tan pasada de moda y tan denostada. Pobre pintura que no interesa a los críticos ni a la instituciones, entregadas en masa al arte-espectáculo, a la instalación, la ocurrencia y al cachivache. Qué suerte no seguir la moda ni depender de ella, que gran fortuna poder dedicarte a algo en lo que tienes total fe sin preocuparte de agotamientos y fatigas. Hay mucha gente a la que le gusta, ¿por qué no? El cine, el teatro, el circo, las sombras chinescas, lo escatológico, las marionetas o cualquier tipo de espectáculo bueno o malo, a la que también sobremanera le interesa la pintura, o bien por formación o por simple sensibilidad. No me importa quién esté equivocado. Entiendo la pintura como mesiánica misión, como lo único que puedo y debo hacer en la vida, y encima, para rabia de algunos, disponiendo de multitud de seguidores y francos amigos. Yo a seguir pintando que es lo mío. Algunos se preocupan por mí, y temen que pueda caer en la tentación de empezar a hacer majaderías en Nueva York. ¡Pero si yo ya soy majadero! Para tranquilizar siempre contesto lo mismo: Se me ocurren muchas instalaciones algunas incluso con cachivaches, y lo que hago, para ahuyentar fantasmas, es dibujarlas sobre un papel o escribirlas e irlas guardando como “rarezas”. Soy un poseído, tengo total dependencia, soy un drogadicto de los colores y el aguarrás, de los barnices y los aceites, del lienzo en blanco y de mis ganas de componer. Tranquilícense ustedes, amigos míos, soy un desgraciado pintor que no sirve para otra cosa. Yo también les quiero, y mucho.

■Los historiadores de arte tienen una labor difícil, tienen que encajar lo ocurrido organizándolo todo por istmos, movimientos, grupos, archivos, carpetas…, y en demasiadas ocasiones taparse los ojos ante lo que no se deja encajar.

■No se puede pintar con la maestría que pinta la naturaleza. No se puede imitar la maculatura que produce el paso del tiempo. No se puede atrapar un reflejo en el agua.

■Intento ver todo lo que puedo. Busco “canibalizar” todo lo que veo, y posiblemente en Nueva York cambie de parámetros y maneras. Pero queridos, no es cierto qué cuándo admiramos la obra de un artista fallecido, tenemos la inmensa virtud de observar todo su trabajo, con sus idas y venidas, con sus aciertos y descalabros, con sus momentos de inspiración supina y sus miserias. No les tengamos miedo al futuro ni a los breves cambios, breves, por cuanto la vida es demasiado corta para tener más de una idea, y a mí al fin y al cabo me gusta Morandi. Siempre se pinta el mismo cuadro, y será bueno si es capaz de sorprenderte y de mostrar fuerza, garra y nobleza. Pintar, en el nivel formal se compone de tres elementos: Verbo, dicción y lenguaje, es decir, buscar las palabras para contar de forma diferente la idéntica historia.

■La pintura es un escenario íntimo, con un específico ámbito mental, que se mantiene abierto a las miradas. Algunas personas adquieren mis pinturas sin preguntar qué las sustenta, se dejar llevar por el “golpe” en las tripas. Otras, necesitan que les abra la puerta y les explique de qué tratan y cuáles son mis investigaciones y preocupación. El resto, como es lógico, no me interesan y les tengo el mismo desprecio que ellos puedan mantener por mi trabajo.

■Necesito hacer el proyecto “Gilgamesh” con Marcos. Quizá después, en algún momento debiera organizar un pequeño y delicado gabinete de maravillas y rarezas.

■Pintar. Hay días que me levanto sin conciencia, sin pensamientos, sin cuerpo… en los que voy al taller como un autómata, me pongo a trabajar en mi obra, y de repente algo me despierta, en el mejor de los casos es que la piezas en las que estoy concentrado me sorprenden, me agarran, me entienden y todo es un fluir entre nubes. En otras ocasiones, lo que me despierta es el desastre, el naufragio, el haber perdido el tiempo, la energía, el dinero, los materiales. Esos días es mejor no dirigirme la palabra, entre otras cosas porque me sale espuma por la boca.

■Disfrutar del arte. Hay ocasiones, pocas, en que un comisario de exposiciones consigue articular una propuesta inspirada con un discurso bien pautado y las obras adecuadas. El placer único de un contenido ambicioso, con reflexiones fáciles de asimilar en cuanto al momento ambicioso, con reflexiones fáciles de asimilar en cuanto al momento estudiado, la formación y preocupaciones de los artistas, su sociedad, sus temas, sus miedos y dudas. Hay veces en que eso se consigue. Hay veces que el arte es memorable.

■Hay artistas que deberían cambiar la “R” de esta denominación por una “U”.

■Paco, coleccionista de aguda y sagaz mirada y pintor bueno, loco y singularísimo, me enseña un descubrimiento, un cuadro de un tal Tal R. Después he investigado sobre él. Ya tengo cinco o seis de sus catálogos: es judío nacido en Israel, vive y trabaja en Copenhague, en Londres le representa Victoria Miro, y está como una puta cabra. Como Paco, como yo.

■Sigo sin saber nada de física cuántica, pero de pintura, gracias a los años y a pesar de la torpeza, voy conociendo un poco.