2001
Teatro Givatayim. Tel Aviv
Catálogo exposición “Entre el Orden y Caos” en el Museo-Teatro Givatayim, Tel Aviv. Octubre 2001.
Ideas residuales ante el espejo
I – Piel de la mirada
Al introducir el color como algo determinante de la pintura simulamos al mundo. Puede que existan otras materias, pero no podrán encontrarse nuevos colores. El pintor que perseguía, sin conseguirlo, inventar un nuevo color intentando evitar un suicidio. Harto de tanta frustración, decidió un día lanzarse encima un hiper-teórico defensor de nuevas tendencias, hasta conseguir la muerte por aburrimiento con los sesos convertidos en mayonesa. Las herramientas para la travesía deben ser otras. O, soñar con la nitidez de los colores del Tíbet descritos como experiencia y nunca visitados.
Una serie de manchas que se mueven en un espacio no referencial. Un esquema o dibujo que se adivina automático e inservible, puro juego de tensiones dictadas por un tercer ojo distraído y vago. Ojo inexplicable que dota a la mirada de intuición. ¿Será ésta suficiente? Algo que en un determinado momento se percibe sin existir, pura intangibilidad anhelada siempre. Musa invisible de dulce piel, esa piel dura y aterciopelada de algunas mulatas que excita y enciende como un tifón los más perversos deseos. También la pintura es sexo, juego imposible de seducción, que sólo devuelve placer, imágenes y sudor. Un pequeño instante de subjetiva claridad en un enorme lapso. Pensamiento, mirada y carne.
Vehículo destrozado como espejo del alma del mundo. La vida sería mejor sin pintura, como los filósofos de la cueva desconocedores del agua. La abstracción como sabotaje y atentado, quizá en otros tiempos, ahora, a veces, fascinación. Los románticos gustaban de las nubes, ¿qué queda en una noche sin luz? Composiciones sordas, carentes de arterias y eufemismos. Tienes razón cuando dices que el fragmento es la única forma que resiste en medio del naufragio.
¿De qué está hecha la piel de nuestra mirada? El desasosiego como parte del supuesto placer. Metáforas nihilistas o la imposibilidad de descansar fuera del recinto de una ausencia. La pintura pintada y no descrita, que siempre recurre y vuelve a la nominación. ¿Existe la pintura sin palabras? El análisis, la experimentación y la búsqueda de nuevas exploraciones. Descifrar la piel con sus recovecos y tatuajes. Comisuras y vello como una cartografía de lo que debiera ser. Abandono, residuo y ceniza escribí en una ocasión, ya no estoy tan seguro, ni eso, es la piel en el territorio de la mirada.
II – La luz y el dragón
La fuente de la que dimana escapa a nuestro logos. Hacedores de bombillas, impotentes de crear un sol y seguros de destruirlo. Me comentaste tu espasmo ante la cita del dragón y su ira, y yo más que nadie quise entenderte, convencido de conseguirlo. Recuerdo los dragones de mi infancia, y cómo en ellos reconozco mi escasa madurez. Quiero vivir mil años sólo por conocer. Pero el conocimiento es dolor. ¿Por qué desaparecieron los dragones de las pinturas? Mi primer dragón fue de Uccello, pero mi memoria falla al ofrecerme aquella inmensa luz de fascinación. Parar el tiempo en el instante del orgasmo, vivir para siempre en aquel éxtasis de las retinas. Intenté en una ocasión centrar el discurso de una serie de obras sobre aquella mirada ingenua de la niñez, sólo ella me entendió, y yo no supe estar a su altura. Lo único ingenuo fue mi conducta. Nadie puede atrapar a un dragón.
III – Breve metáfora sobre nuestra fe y la mirada de un niño
…Debo hablar contigo. Escucha Ángeles, no tenemos nada de qué hablar. Me voy. Tú ¿huyes de mí? Claro, cuéntalo como quieras. Pero yo no puedo huir de lo que está creciendo en mi barriga. ¡No puedo olvidar! Pues lo siento, porque es lo que voy a hacer, yo… ¡Olvidarte a ti y toda esta mierda! No lo creo. Creo que me recordarás. Me recordarás mientras vivas. ¿Eh? ¿Qué…? ¡Arrghhh! ¡Mi cara! ¿Qué me has hecho, puta? Me has jodido la cara, zorra…, ramera apestosa y desgraciada… ¿José? …pedazo de… José. ¡No!, ¡No lo… Shhhuut! …hagas! Un médico. Tengo que encontrar un maldito médico. ¡Aaahh! Esa zorra… José, estaba embarazada. Y la has matado. Sí. Sí, estaba embarazada. La he matado. ¿Y sabes qué? Tú me has visto. Podrías haber convertido la pistola en humo, o las balas en flores, o su cuchillo en copos de nieve. Nos has podido enviar a cualquiera de los dos al otro lado del planeta, al otro lado del universo… Podrías evitar la desgracia, la enfermedad, la violencia. ¡Pero no has movido un dedo! En realidad te importan una mierda los seres humanos. Te conozco…
Si Dios no nos ayuda, ¿quién puede ayudarnos? Menos mal que mi dios es mejor que el tuyo.
(Dedicado a aquel niño que dibujé en el verano de 1979 y nunca llegué a conocer).
IV – Notas encontradas en el ordenador
Hay cosas que perpetuamente están presentes en la ambición de los pintores: la calidad de las obras, la agilidad en la organización de las diferentes partes, la magia de la construcción, el desarrollo compositivo, la intención de novedad y provocación… Es imposible inventar un cuadro. La iconografía tradicional, o contemporánea, se convierte en el escenario de símbolos y señales extraídos de la cultura circundante, que no indica nada más que la dirección en la que es posible experimentar, descubrir, pintar. A estas alturas todo ello se convierte en pequeños detalles: posiblemente sea desvelar esos detalles la cuestión principal de la pintura hoy. Las obras están cubiertas por diferentes elementos, que se solapan e interactúan, y están pintadas buscando soluciones diversas y antagónicas, quizá por que nunca se sabe realmente qué debe pintarse, y aun así, las pinturas tienen que hacerse notar, tienen que destacar. Utilizar toda idea y mezclarlo todo como si fuera un caleidoscopio. Para unos el trabajo será banal y desordenado, para otros, todo un modelo. Lejos de la crítica interesada o la alabanza gratuita, sólo permanece lo que la pintura dicta. Magos/herramientas que trabajamos sobre una pequeña superficie, pretendiendo primero, la sorpresa y el desconcierto, para después reclamar una mirada más lenta que sepa penetrar en lo que hay que ver. Los medios se vuelven retorcidos, desequilibrados, asfixiantes y vueltos del revés, buscando atacar cualquier armonía para generar, supuestamente, una nueva. Algo radicalmente nuevo, debe estar sucediendo siempre en la pintura. Y un objetivo, romperla y romperla, para que siga siendo la misma.
Las respuestas de la pintura, están ahí. Quizá algún día podamos comprender todos sus secretos, y como en zen el artista y la obra formen un solo cuerpo. A todos los que miramos nos han sido desveladas las respuestas, pero no conseguimos retenerlas más que por unos escasos segundos. La tarea a realizar parece sencilla y evidente, pero escapa a nuestras mentes mortales. Ya no sabemos, de repente volvemos a recuperar la idea, para en el instante siguiente volver a olvidarla. Sabemos las pinturas que hay que pintar, pero es difícil pintarlas.
V – Una nota sin título
El mundo está lleno de gente, lleno de pequeños milagros, que se vuelven habituales y los olvidamos. Miramos tan a menudo lo que nos rodea, que se vuelve monótono a nuestra vista. Deberíamos conseguir otra perspectiva, más gozosa y esperanzadora, más alegre e ilusionante, para que el mundo y el hombre vuelvan a ser asombrosos. Sécate las lagrimas porque eres vida, posible rareza en el universo y más improbable que los sueños de Heisenberg. El barro en el que las fuerzas que dan forma a las cosas, dejan su huella más clara. Sécate las lagrimas, y vámonos a casa. Como aquel pensamiento de Jung: El único propósito de la existencia del ser humano, es encender una luz de conocimiento en la oscuridad de la mera existencia. Recuerdos, sueños, reflejos, pintura, manchas…
VI – Movimientos de oscilación
Levantarse todos los días y lanzar pintura, por la ventana.
VII – Mirando adentro
Sus ojos son tristes y sabios. Sus sirvientes nos traen comida japonesa. El séquito está formado por gente muy dispar, personas cultas e interesantes: diplomáticos y abogados, historiadores y arquitectos. Él habla de sus proyectos y compromisos, de su obra y sus ideas, de cosas banales y profundas, de Arte y del lugar que su obra ocupa, …mientras alimenta su horrendo y monstruoso ego.
VIII – Botella sin contenido
Dicen que las ideas no producen pinturas. La pintura es materia y color sin una dirección precisa en busca del accidente o el milagro. Una pintura iniciándose sobre la tela en blanco, donde sólo convocamos nuestros sentidos y estados de ánimo. Quizá aún pueda ser así, no lo creo. Reconozco la impotencia, recuerdo aquel dragón amarillo, dragones nos quieren, que simulaba batallas inexistentes y se alimentaba de rabanitos sazonados. Lo banal de una práctica en tiempos de (¿concepto?) prestidigitación y propuestas escaparatistas y circenses. Viva el cachivachismo.
Posiblemente ya no podamos ser los héroes de otros tiempos, en donde la improvisación, como en los cuentos infantiles, tenía botas de siete leguas, y el discurso, siempre posterior, agigantaba todas aquellas búsquedas hasta convertirlas, para unos pocos sensibilizados, en ejes axiales de la existencia, en manifestaciones superiores del ingenio humano, en genialidades dignas de semidioses, en historia viva. Historización y visión unidimensional, y sin embargo, excelencia y maravilla.
Lo único importante es la obra. Que ésta haya sido capaz de atrapar su tiempo. Lo individual. No, la pintura no está hecha de ideas, aunque éstas puedan utilizarse como vehículo, como plataforma o cimientos, como estructura o percha, en cualquier caso invisible ante el espectador que enfrenta la obra. La pintura es el dragón rojo, ¿el resto meras hipótesis de una botella sin contenidos concretos?
No puedo evitar contradecirme. Contradecir todo lo dicho hasta el momento, para volver a contradecirme mañana. Hoy la pintura no existe sin concepto, sin contenido, sin dirección o carga ideológica. Y cuando todas las premisas nos resultan claras y somos capaces de hilvanar el más hermoso de los discursos, da igual, hay que llegar al taller sólo y hacer pintura.
Hay que llegar cada día al taller y pintar el primer cuadro.