Sergio Baur. Buenos Aires. 2007
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Sergio Baur. Buenos Aires. 2007

Texto catálogo exposición «La Epopeya de Gilgamesh». Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA), Buenos Aires. Febrero 2007.


FRAGMENTOS DE BARRO

Sergio Alberto Baur

 

Una de las condiciones indispensables para redactar un libro famoso, un libro que las generaciones futuras no se resignarán a dejar morir, puede ser el no proponérselo.

Jorge Luis Borges

 

La Epopeya de Gilgamesh o el Canto de Gilgamesh, visita Buenos Aires y su Museo Nacional de Bellas Artes a través de la obra de José Manuel Ciria. Desde la Mesopotamia asiática, originaria de antiguas glorias y precursora de las primeras conquistas del hombre para comenzar a instalarse en el concepto de civilización, según lo entendemos desde nuestro presente. En esta oportunidad nos llega con un soporte diferente: las tablillas de barro de escritura cuneiforme se han convertido en enormes lienzos con gestos épicos, reflexionando desde su abstracción en el análisis de la condición humana.

 

Ciria conoció el poema a través del curador de esta exposición, nuestro común amigo Marcos Ricardo Barnatán, En este caso el curador cumple también el papel de los sabios maestros que introducían antiguamente a sus discípulos en los textos clásicos.

 

Si José Manuel hubiese nacido en estas tierras, de niño hubiese leído a Nippur de Lagash; las dos ciudades mesopotámicas dieron origen al nombre de un héroe, que también tiene ecos de Gilgamesh. A finales de los años 60, quienes atravesábamos los años del descubrimiento de la lectura, en esta parte del mundo, conocimos a través de esa historieta publicada en la revista D´artgnan, la heroicidad y las aventuras del inventado personaje por la pluma de Lucho Olivera.

 

Ese texto en mis lecturas, fue precursor de los libros heroicos de la antigüedad, inclusive de la Epopeya de Gilgamesh. Olivera, quizás sin proponérselo le abrió a miles de niños y jóvenes el escenario donde se había gestado una de las primeras civilizaciones de la historia. En palabras de su autor: Si ustedes leen con atención a Nippur verán que hay un ritmo bíblico, hay un desarrollo de la saga heroica que transcurre lentamente. Las relaciones humanas son más sencillas, muy aldeanas, más bien orientales. La hospitalidad, los pastores, la soberbia de los reyes, las amistades simples del guerrero.

 

Ilustrado con toda la belleza del comic, muchos soñamos con las sucesivas entregas del personaje habitante de ese mundo recóndito, desaparecido y del que sólo sabíamos que había sido cubierto por la arena del desierto a través de los milenios.

 

Las lecturas desde el comic, se transformaron en los primeros libros que me acercaron al mundo de la Mesopotamia, y así apareció Sir Leonard Wooley con Ur la ciudad de los caldeos, en el clásico Breviario de Fondo de Cultura. Luego Samuel Noah Kramer, con La Historia empieza en Sumer, ambos libros me resultaron fundacionales para el estudio del origen de la historia, desde esa primera mirada científica que todos alguna vez hemos buscado.

 

Las civilizaciones perdidas nos llegaban con sus lenguas también perdidas y sus enigmáticas escrituras; pocos años después de las inquietantes lecturas de Nippur de Lagash, la historia escrita traducidas de las tablillas de barro, testimonio de los primeros textos, me resultaron tan atractivas y al mismo tiempo remotas como las leyendas que traían en ellas, a través de las plumas de Wooley o de Kramer.

 

Cuando José Manuel me comentó su proyecto, imaginé que la historieta de mi infancia, me llegaba una vez más, ahora basada en el texto original de Gilgamesh. La obra de Ciria tenía un efecto análogo a los dibujos del comic. Gilgamesh recreado por nuestro artista sería abstracto, sugerente, onírico; cada uno podría imaginar y rescatar en los universos coloridos de cada cuadro, los versos del héroe.

 

El poema vio su representación plástica desde los primeros tiempos. Las once tablillas que se conservan del texto, en el Museo Británico y los sellos cilíndricos, son las imágenes imprescindibles de la comprensión inicial de las formas de la epopeya.

 

La ciencia y la arqueología, van transformando el mito en una historicidad que precisa con fechas, la existencia del legendario rey Gilgamesh; en la lista de reyes sumerios aparece como el quinto gobernante de la primera dinastía de Uruk, alrededor del 2750 A.C.

Los cilindros de lapislázuli y jaspe lo muestran como un rey-sacerdote, un hombre de batallas, atlético, de ojos profundos y oscuros, barba negra, dedos elegantes, todos elementos para significar que es un hombre maduro, dotado y sabio. Esos sellos lo escenifican frente a los cultos de la diosa Inanna.

 

Su compañero Enkidu, cuya vida transcurre entre los animales salvajes, come hierba junto a las gacelas, representación de un buen salvaje de los primeros tiempos del origen de la civilización. Estas características lo diferencian en las tablillas y en las imágenes de los sellos, de las urbanizadas costumbres del héroe. Sin embargo su valentía y transformación, lo convierte a Enkidu en el compañero indispensable de la Epopeya. Es quizás el primer registro literario de la amistad en la historia.

 

La obra fundacional de la literatura, plantea los interrogantes que el hombre intenta responder, a través de sus creencias y de su conocimiento, desde ese primer instante que lo transportó a un estado de conciencia histórica escrita.

 

En las once tablillas se proclama por primera vez, la historia de un héroe, Gilgamesh, anunciando a los futuros Aquiles, Odiseo y Sigfrido y a los héroes literarios que concentraron en sus vidas las aspiraciones y frustraciones de otras generaciones. En palabras del escritor Alberto Manguel: La epopeya de Gilgamesh contiene al Quijote, a Madame Bovary a Hamlet. En el poema ya resuena el espíritu de los versos de Höldrelin: El hombre es un dios cuando sueña y un mendigo cuando reflexiona.

 

Uruk, la ciudad de Gilgamesh, dedicada a la diosa Inana, es el arquetipo de las ciudades mesopotámicas, cercana al río Eufrates. Deslumbró a los primeros investigadores de la Deutsche Orientgesellschaft Expedition en 1912. La aparición de las primeras tabillas con escritura cuneiforme se complementaban tras el descubrimiento de las fascinantes estructuras arquitectónicas, dispersas en casi 250 hectáreas de territorio que albergó a más de cuarenta mil personas. De las tumbas aparecían objetos en piedra caliza, alabastro, basaltos, lapislázuli, estelas con inscripciones y dibujos que mostraban la sofisticación de una sociedad, cuya particularidad era haber tomado un estado de conciencia organizativa, registrada por las primeras escrituras de la civilización.

 

Uruk, es el espacio del mundo de Gilgamesh. Así lo interpretó una de las muestras más completas dedicadas a este período por el Metropolitan Museum de Nueva York en 2003: El arte de las primeras ciudades, el tercer milenio A.C., desde el Mediterráneo al Indo, cuyo catálogo reprodujo las obras que legó la civilización de los dos ríos, procedentes de las más destacadas colecciones.

 

Las lenguas del poema, completan también su contenido. Desde el antiguo sumerio hasta las traducciones acadias, el poema escrito materializa siglos de tradición oral, reuniendo en sus estrofas las culturas que hicieron posible el desarrollo creativo del tercer milenio anterior a nuestra era.

 

El poema es un elogio a la amistad, a la tentación del poder absoluto y a sus necesarias limitaciones, a la leyenda del buen salvaje, a la redención, a las preguntas no respondidas de todo hombre, a la inquietud de la idea de finitud. Como dijimos el primer poema épico de la humanidad encierra en sus versos, los temas que el hombre se plantearía y escribiría el resto de la historia que lo separa desde ese intento inicial hasta el presente.

 

Gilgamesh, como la obra de los escritores inmortales, ha servido siempre como ejemplo extremo: no es difícil encontrar en una revista de divulgación médica, haciendo referencia a la longevidad, ejemplificar con algún pasaje del poema la idea y aspiración de inmortalidad. Las batallas de San Jorge y el dragón tienen su origen en el universo de nuestro héroe. No faltan tampoco críticos que ven en la amistad de Gilgamseh y su amigo Enkidu una relación erótica, como antecedente de la homosexualidad en la literatura. El poema parece resumir el alegato de Borges en El libro de arena, un libro infinito, e increíblemente la Epopeya de Gilgamesh se trata del primer libro conocido de la historia.

 

RECONSTRUCCIÓN

 

Ciria, ha decidido desde su obra, iniciar un viaje épico, a la manera de Gilgamesh. Se ha dirigido al bosque de cedros, se ha preguntado una vez más, si la narración es posible en el territorio de la pintura abstracta, ha pasado una temporada en el infierno, ese espacio que es el más propicio para la reflexión de un artista. Su respuesta son los cantos traducidos al lienzo.

 

En los albores de este tercer milenio, la Epopeya reaparece, conquistando un espacio público contemporáneo: el Museo, cuyas funciones no son tan distintas al lugar que albergó la Epopeya hasta su descubrimiento. Los restos de la Biblioteca de Arzubanipal –lugar donde se hallaron las tablillas-, fue el recinto donde se conservaba el patrimonio cultural de ese tiempo.

 

Los soportes escritos han variado desde el tercer milenio A.C. hasta la actualidad. Los soportes virtuales hacen peligrar en el futuro, la conservación del intercambio de ideas y sentimientos entre los hombres. La distancia inexistente entre los ordenadores supone que la enseñanza de los escribas de las tablillas, precursora de la idea escrita, merece ser reproducida en un soporte más clásico y duradero.

 

José Manuel Ciria es un amigo desde mi llegada a Madrid en 1996; hemos intercambiado tantas ideas y he disfrutado de tantos momentos que con su arte me ha hecho compartir a lo largo de estos años. Ahora la Epopeya de Gilgamesh nos une una vez más y nos convoca. Estas obras que hoy se presentan, como tablillas de lienzo agigantadas, las conocí por primera vez, a través de imágenes digitalizadas, que se ordenaban en archivos adjuntos como una forma contemporánea de hallazgo arqueológico sobre una estratigrafía plana.

 

Ante el inicio de este proyecto le pregunté a José Manuel por el sentido de esta obra. ¿Por qué Gilgamesh? Una respuesta tan espontánea y natural merece ser preservada y rescatada de un correo electrónico, para disfrutarla como esos documentos secretos y privados, que muchas veces desparecen. Siguiendo a Sir Leonard Wolley y al historiador Noah Kramer, que me han hecho comprender la importancia de conservar el documento escrito, es que me atrevo a reproducir sus palabras. José Manuel me respondió:

 

Si amigo mío, toda la obra está inspirada en la Epopeya de Gilgamesh. Había oído hablar de Gilgamesh y tenía una idea remota de cómo debía ser la Epopeya, ¡el primer texto de la humanidad! Después, fue Marcos quien me comentó que hacía bastantes años había realizado una traducción del fascinante personaje, y durante una cena me fue contando de memoria a grandes rasgos toda la historia de Gilgamesh y Enkidu. Me quede fascinado con dos cosas: la pasión con que Marcos narraba los capítulos y la sorpresa de recordar que un profesor de literatura en el colegio nos había hablado reiteradamente sobre el personaje. A partir de ahí, empecé a investigar en libros e internet.

 

Cada día que pasaba me sentía más conmovido por la Epopeya. He leído al menos cinco versiones, incluida la de Marcos. Cuando surgió la oportunidad del MNBA, sin mucha fe y poco tiempo, recurrí a Gilgamesh. Reduje la historia a 23 escenas. Sorprendentemente, el MNBA se interesó por la propuesta, y dado que el proyecto estaba redactado con ese número de obras, no ha quedado más remedio que realizarlo. Es decir, que la obra se ha preparado directamente para la muestra.

 

Lo que he intentado hacer son varias cosas: primero unas pruebas con elementos figurativos para que las obras tuvieran mayor relación, aparte de un desarrollo iconográfico ligado a las series que en ese momento estaba realizando (las diez pruebas en lino de 200 x 200 cm.), al final se suprimieron los elementos figurativos. Es mucho más difícil narrar algo desde la abstracción. La pintura abstracta nunca ha sido narrativa, en está ocasión he intentado que así sea. Los cuadros aisladamente son abstractos, pero en su conjunto y conociendo los títulos creo que mucha gente podrá comprender mi lectura. He buscado una fórmula para cada personaje, he buscado deliberadamente el que todos los elementos inconexos que aparecen en mi pintura, que aquí se transmutaran en algo mucho más concreto. Muchas de las obras, ya lo comprobaras con ellas delante, tienen alma. El enfrentamiento es tensión y lucha, el amor es amor, la pesadumbre ante la perdida y la muerte está representada.

 

Todo lo que estoy desarrollando posteriormente aquí en Nueva York es completamente diferente. Gilgamesh, viene a ser resumen y final de una etapa muy importante dentro de mi obra. Sobre los detalles más significativos, son los evidentes, la necesidad constante de equilibrio, lo efímero de la existencia, la rendición ante la muerte, el canto a la amistad.

 

Espero que estos comentarios te sirvan de algo.

José Manuel

 

Reproducir estos comentarios, es una infidencia, una licencia que me he permitido, pues creo que es un texto que muestra la pasión de un artista, que aborda una temática desde el deseo más primitivo de acercarse a las fuentes de su propia existencia. El paralelismo entre una obra inicial y las preguntas que se responden con sus gestos plásticos, sirven de vehículo para moderar las dudas, escapar a la permanente tentación de los escépticos, a circular por los ocultos abismos y dirimir las omisiones. Sé que de todas estas palabras, las palabras de José Manuel merecen ser conservadas y alguien que se pregunte en el futuro sobre esta obra, como nosotros sobre la Epopeya, encontrará en este texto de correo electrónico, las claves de la necesaria emoción que impulsa todo acto creativo.

 

Cuando desde la contemporaneidad nos remontamos al territorio de los héroes, de los tiempos míticos, hay algo en nosotros que mejora. Reconocemos desde ese intangible hoy, una continuidad de nuestra presencia en la historia.

 

Los artistas que se han acercado a la literatura, comprenden espontáneamente que establecer una correspondencia entre las artes, es una manera de releer los textos y de experimentar sobre la plasticidad de la palabra: Sonia Delaunay, Max Ernst, André Derain, Henri Matisse, son sólo algunos ejemplos durante el siglo XX.

 

La Epopeya de Gilgamesh en la obra de José Manuel Ciria, es una invitación a reconstruir y reflexionar sobre la vida y la historia, como si fueran sólo un instante. Hoy la palabra se ha convertido en pintura. Intuyo que para el artista, Gilgamesh es una despedida a una forma de hacer pintura.